Aquella tarde que te vi solo quería ver en tus ojos la esperanza de un nuevo amanecer.
Aquella tarde que te vi buscaba en tu rostro la sonrisa de tu boca que día con día me regala las palabras que de tu propio ser emanan.
Aquellas tarde que te vi solo quise seguir tus pasos para llevarte al lugar preciso entre el cielo y la tierra para poder ver tu sentir.
Aquella tarde que te vi solo buscaba regalarte un momento de libertad absoluta y no cuartar las alas de tu imaginación.
Aquella tarde que te vi solo buscaba encontrar en tus palabras un “quédate conmigo” para tan solo con eso firmar el pacto que nos llevaría a danzar en los colores del arco iris.
Aquella tarde que te vi solo buscaba que te sentaras a mi lado y me hicieras sentir el calor de tu cuerpo por medio de tus manos y de tu existir.
Aquella tarde que te vi solo quería cerrar tus ojos y con mis dedos acariciar tus labios para que cuando abrieras tus ojos me vieras a mi frente a ti.
Aquella tarde que te vi solo quise escuchar el tiempo de ti para darme cuenta que tu lugar no correspondía a mi momento.
Aquella tarde que te vi solo busque el silencio para no herirte con mis palabras y no apagar la estrella que eres tú.
Aquella tarde que te vi me di cuenta que tus manos no solo tocaron mi cuerpo, sino que también tocaron mi alma, pero la dejaste al descubierto y con frío al momento que te levantaste y dijiste, “es hora de irme”.
Aquella tarde que te vi solo quise envolverte en mis brazos para decirte, “no pasa nada, todo saldrá bien”, pero me dejaste al desnudo cuando sentí cuartadas mis alas.
Aquella tarde que te vi solo trate de decirte en todo momento que ya eras la estrella más brillante que en mi cielo oscuro brillaba y que solo quería ponerle tu nombre como la luz blanca que esa estrella me regala a mi camino oscuro.