Al compás del embrujo flamenco
de tus sombras encontré
la yerma luz de las estrellas;
al oscuro cantar de los abedules
mecidos por el viento caminé
con ligero andar de peregrino,
por ti desconsolado.
Soledad, río helado
en la primavera de los tiempos pasados,
te suplico la eterna ceguera
para mis ojos
ora abiertos, ora cansados,
pues no encontré remedio alguno
para el mal que creí sanado.
Soledad, discurren ya las frías aguas
por tus cauces,
como la sangre por mis venas
como las lágrimas por mis mejillas,
sintiendo tu penetrante mirada
recorrer mi alma, perdida en la inmensidad.
Compañera ante ocultos pensamientos
y sentimientos de dolor,
Soledad ¡ sólo a ti! sólo a ti te tengo
ante la melancolía del perdido amor.