Le vi partir, le vi apagarse cual vela consumida en pebetero,
más su rostro regaló una chispa de luz hasta el último momento,
y se fue desvaneciendo como estrella fugaz en lejano firmamento,
más bien sé que fue solo el reflejo de una puerta de luz
abierta de par en par recibiéndole en el cielo.
A la muerte de mi padre este 30 de Abril, no estoy triste, agradezco a Dios haberle disfrutado por tantos años, y saber que allá en el cielo, enjugada es toda lágrima y el gozo es perfecto.
Mi voz no se apaga, sigue siendo de Trueno.