Nunca he visto que los perros
quieran dejar de ladrar
ni he visto que los cangrejos
quieran dejar de andar para atrás.
Nunca he visto a la cigarra cantora
cambiar su canto por un triste duelo
ni he visto a las aves voladoras
cambiar el aire por el bajo suelo.
La luciérnaga jamás se esconde
porque se siente orgullosa de su brillo
al igual que aman el monte
los verdes saltamontes y los grillos.
Nunca nadie ha visto un ciervo
por muy lógico que parezca
que renuncie a sus enramados cuernos
que dan tanto peso a sus cabezas.
En cambio muchos humanos si he visto
que reniegan de su humana condición
y queriendo actuar de modo distinto
viven destruyendo su noble corazón.
Alejandro J. Díaz Valero