Nadaba sobre tu mirada una ternura encantadora,
la calle enmudecía, sorda, bajo la estación mediada.
No se le puede mentir al amor cuando viene a buscarte
poniendo en su arrojo los pétalos del alma conmovida.
Dijiste que me habías estado esperando toda tu vida
y fue como si se fracturara el mecanismo del inmenso
reloj del tiempo, el pulso en mi cuerpo se detuvo nervioso,
se detuvieron los autos afuera y los pájaros lanzados al aire,
y en todo ese detenimiento fue calcandose de golpe un
presagio con roja incandescencia mientras te besaba.
Aún hoy, bajo el fragor de los años menos condescendientes
siento un vuelco, tan casualmente en el pecho,
que me comunica alguna vaga tristeza inconclusa.
Cuánta sangre ha conocido el desvarío por desearte
en mi cama cada noche de repentina soledad.
MI tristeza esta destinada a hacerse un cuerpo a través
de las páginas que mis versos van llenando sin sosiego