De aquello que tanto y tanto me falta,
que empieza con una sola mirada
y que hasta al experto tiempo envejece,
me sobran miles de ganas celestes.
Ya mis ojos hechos están de noche
y tantas noches frías han llorado
vertiendo a la luna limpios carbones
y a los pétalos del rostro cenizas,
que se funden al viento de colores.
Son de luto mis lánguidos tocados,
son mis párpados de infinito cielo,
son de mares abismales mis velos
y son también así mis tristes años.
¿Si mi piel es tan blanca y candorosa,
por qué querré tiznarla de escarlata
al pinchazo cruel de la sutil rosa,
en vez de conjugarla con la ajorca
que adorna y cuelga del tul de los soles?
¡Ay, vida infausta, vida desalmada!,
esta flor no aguanta ya el desamor,
y prefiere enterrarse en la calzada,
por donde destila y queda el dolor.