A Carlos Enrique
Te quiero los pechos dulces
y amargos
como Perú en la poesía de Vallejo.
Te quiero nana de mis manos convexas y bandera de la cara infinita.
Soy poeta, uno insalvable, niña, por eso te haré una tumba oscura
para que vengas conmigo, donde estoy todos los días
y donde he forjado un tiempo sin dignidad pero contigo fantasma.
Todos los adioses que se me hicieron callo son nombres-corazón de la agonía.
Todos los amores son el ataúd con letanía.
Te quiero, te quiero, en la hora del fuego
Te canto en el mar, en la playa, de Lima, en silencio
de desierto
de misterio
y sin acaso.
No dejo de querete, amor mío:
creciente del ocaso.