Erase una vez… en un bosque encantado,
Donde vivía una hermosa hada, que contaba,
A los visitantes, bellas historias, dulces cuentos,
Ella vivía en una cueva, en lo más profundo,
La entrada estaba tapada, por ramajes frondosos,
De cerezos llenos de flores, que con majestuosidad,
Cada día, salía a pasear, entre las veredas de la floresta,
Donde se encontraba a los duendes, ondinas y gnomos,
Y platicaba con ellos, y los arropaba con los relatos,
Un gnomo, que a simple vista, parecía letrado,
Y brillaba con luz propia, le empezó a dejar letras,
Que a esta hada encantada, le alegraba el corazón,
Corazón maltrecho, adolorido, por una enfermedad,
Que cada día, su aliento quebraba, lucha que daba,
Por alcanzar a ver otro día, y creyó en la lengua,
Que le escribía, y a su alma daba consuelo,
Y el arrogante e hipócrita, delante de los habitantes,
Le decía que la amaba, que era su todo y su mañana,
Mas a solas, con escenas propias de su mezquinad,
Y su propia inseguridad, le reprochaba, que a su paso,
Esta hada, con inocente amabilidad, regalara una sonrisa,
Contara un cuento, diera un consejo, olvidándose de su mal,
Sin darse cuenta el gnomo, que ella se apagaba, cada vez más,
Un día el, en un arranque de celos, la dejo sola, muerta de amor,
Partió lejos del bosque, mientras pasaba el tiempo,
Pasaba las lluvias, llego el frio invierno, el hada escondida,
Sola y sin quien la consolara, en la tristeza recayó,
Maldita soledad, que minaba su salud, su vigor,
Un día, alguien llego sin querer a guarecerse del frio,
Era el duende Truppty, que en la cueva encontró,
A la hada encantada, moribunda por la soledad,
Y con sus cuidados, su cariño, la fue sacando del sopor,
Y pasaron los días, las semanas, ella se volvió a levantar,
Salió de nuevo a cantar, y a contar las historias de su bosque,
Esas historias tan hermosas que hablan del amor sincero,
Que le dio un nuevo aliento, un motivo de vivir,
Y la primavera llego, y con ella el resplandor,
Que da vida, a los seres encantados de la fronda,
Y hoy a los lejos se escucha el lamento, irónico,
Cruel y haciéndose el mártir, del gnomo, que partió,
Un día por celos y por inseguridad propia,
Y hoy reclama, un engaño, que solo en su mente,
Enferma y caduca, vive, por su error.
Esto me lo conto un día el duende Ale, que vive,
En lo más obscuro del bosque, y que como fantasma,
Pasa por estos lares, leyendo y escuchando,
Los rumores, que los habitantes dejan, entre la brisa,
Entre el ramaje y en la hojarasca del boscaje.