He pasado muchos días… por una cruel experiencia;
dolores terribles sentía, como el reventar de venas,
y la angustia me consumía, estrujándome el corazón,
cuando mi hija querida rebeldemente buscó su partida;
Inquietudes en su momento, que le afligían su débil corazón…
A grandes pasos corría por los placeres de la vida,
Encontrándose por momentos en callejones sin salidas;
Rogaba a Dios y le decía “¡¿Por qué a mi Señor?!”,
¡¿Qué culpa estoy pagando para tanto dolor?!...
Tanto era el amor por ella, que mi triste alma desvanecía,
noches integras de desconsuelo y llorando le clamaba,
Dentro de tantas rogativas, El Señor me escuchó,
Dándome la certidumbre en lo más profundo de mi corazón;
Y de la noche a la mañana, en mí alma, una paz existió,
No sé de qué manera pero por fe comencé a vivir,
Diciéndole Padre es tuya y no depende de mí,
Hágase tu voluntad y no la mía, te lo dejo todo a Ti…
Pasaron tres años… llegó la hija ausente,
Temblorosa y arrepentida, para mí una gran bendición;
Brazos abiertos la recibían, sabiendo cuán grande es mi amor,
¡Qué paz!... mi alma destrozada en ese momento sintió…
Pasó algún tiempo y me trajo una gran satisfacción,
una hermosa niña sacalagua de color, pelona por sus genes,
llena de toda gracia y carisma angelical,
Virtud que le acompaña haciéndola sin igual;
Entre cantos y sus llantos, caricias hechas encantos,
a veces sus tremendas rebeldías, llenando los vacíos,
entre risas y alegrías, como los cauces de un rio blanco
va compensando los lamentos… de mi triste corazón.
Por eso vivo agradecido, al Padre Celestial;
Trayéndome a mi vida… una hermosa nieta sin igual;
Tres añitos tiene, desenvuelta en su cabal,
Delicada, sutil y bendecida en esta vida terrenal.
Por eso me lleno de algarabía, rindiendo a Dios cada día,
¡Mil gracias Padre mío, por este regalo inmerecido!
Reflexionando en cada instante, del amor que tuviste hacia mí;
Conociendo tus designios… ¡Mi Dios por siempre seas Bendecido!
(victolman)