La música me lleva a menudo a un mar,
hacia una pálida estrella;
bajo un cielo de niebla o un vasto
barco sin vela.
Subo de nuevo a las olas amontonadas,
en esta tormenta.
Y siento vibrar dentro de mí,
todas las pasiones;
en una balandra que sufre,
al mal viento, los recuerdos
y sus emociones.
Otras veces, el mar en calma,
agranda en mi desesperación.
Volver nuevamente,
vivir de quimeras,
haciéndome preguntas que desesperan;
para darme cuenta de que todo es efímero.
Escuchar mi corazón que se acelera,
sin ver nada,
solo los párpados inferiores;
no quiero respirar esta atmósfera.
La ingenuidad estúpida
que hace de mi vida un infierno;
el creer en cosas,
que demuestran la falsedad
de tus mentiras.
Mi sensibilidad se convierte
en un barril de pólvora;
de ser capaz de poner barreras.
Cómo sobrevivir a estos temores,
si llegan a ser intensos y normales.
Interminables noches de insomnio.
Esta sensación de vacío
sigue siendo muy especial.
Se arrastra a mi angustia,
sin un mapa,
en una búsqueda de todo lo que me rodea.
Espero que este sea
finalmente el último poema.
Soy débil en todos tus recuerdos,
es la muerte que da lugar al miedo,
sin estado de ánimo;
y cierro mis ojos
nublados por las lágrimas,
mientras siento
como se hunde mi estela.