MARGARITA ***

EN BLANCO Y NEGRO

 

 

Nací y crecí en  el campo, fui segunda  de  nueve hijos  de   una  familia  de las  de  antes. Mi humilde casita era  de las primeras  en  levantarse  en  esa  ranchería de campos  verdes,  bellas  flores silvestres, frondosos árboles donde tanto me  gustaba subir,  sentir el aire  en mi  cara y  despeinarme al correr.

 

 Me  agradaba  el olor a tierra  y hierba mojada,  ver  llover,  pero que lloviera poquito  nomás pa’que  se  regara el pastito -decía- por que me  daba mucho miedo cuando  el cielo  se ponía  negro y   escuchaba los truenos,  cerrando  los  ojos  pensaba: ¡Diosito está  enojado, está  gritando…!, me daba  tristeza,  me  asomaba  a la  ventana y veía como caían las  gotas  de lluvia  y formaban charcos, se  agitaban las ramas  de los  árboles,  y los  girasoles con  sus tallos  tan delicados  sólo se doblaban,  porque  para quebrarlos hacía   falta mucho  más  que viento;  me gustan los  girasoles  creo que  son familia  de las  Margaritas  que tienen muchos pétalos  y  siempre miran  al sol.

 

 Cuando  escurría el agua de la lluvia  por las ventanas, acercaba la  boca  y  con mi  aliento  cubría  el vidrio y dibujaba con los dedos  en ellos a  escondidas  de mi madre, pero en cuanto era  descubierta ella  decía: quítate de la  ventana que me  ensucias los vidrios,  si no  te quitas te va a  caer un rayo. Huy! y como  rayo  me  apartaba  de  las  ventanas.

 

 En cuanto pasaba  la  tormenta, y  los nubarrones  desaparecían,  salía  el sol para dar paso a  un cielo  inmensamente  azul y por  si eso fuese poco  de  regalo siempre  salía  el arcoíris. Entonces salíamos mis hermanos y yo,  nos quitábamos los zapatos para meternos a los charcos,  chapotear y atrapar ajolotes que  luego eran guardados en frascos  era nuestra actividad favorita,  los  ajolotes eran  como pescaditos,  hijos de las ranas y los  sapos, según yo,…  aunque,   aún no sé cuál  es la  diferencia entre unos y  otros.

 

 Recuerdo que competía  con algunos  niños  a  ver quién era más veloz y  llegaba  primero a la meta, cual de todos  vencía el miedo y subía  a la  rama  más  alta de esos inmensos árboles,  o quien se aventaba en el improvisado columpio  con una  llanta y  se  columpiaba más  alto, me gustaba  jugar  con niños  “valientes”,  las  niñas  eran muy lloronas,   recordar  tantos  detalles es como ver  una película en blanco y negro de mi niñez  .

 

Mi presente es a todo  C O  L O R , sé que  después  de una  tormenta siempre  sale  el sol,  que cuando más negro está el cielo  es porque  pronto va  amanecer, que  después de la  tempestad siempre llega la calma y  algunas veces trae  como regalo un arco iris hermoso.

 

 Hoy  ya no corro, mi competencia es conmigo misma, mis pasos son   firmes, sigo adelante siempre con la  frente  en alto como los  girasoles, disfruto del sol y  el aire fresco cuando acarician mi cara, sé que para  quebrarme se necesita mucho más  que viento,  hoy mi vida es a todo color  y comprendo porque  siempre  me gustó  llegar  a la  rama  más  alta…