Nací y crecí en el campo, fui segunda de nueve hijos de una familia de las de antes. Mi humilde casita era de las primeras en levantarse en esa ranchería de campos verdes, bellas flores silvestres, frondosos árboles donde tanto me gustaba subir, sentir el aire en mi cara y despeinarme al correr.
Me agradaba el olor a tierra y hierba mojada, ver llover, pero que lloviera poquito nomás pa’que se regara el pastito -decía- por que me daba mucho miedo cuando el cielo se ponía negro y escuchaba los truenos, cerrando los ojos pensaba: ¡Diosito está enojado, está gritando…!, me daba tristeza, me asomaba a la ventana y veía como caían las gotas de lluvia y formaban charcos, se agitaban las ramas de los árboles, y los girasoles con sus tallos tan delicados sólo se doblaban, porque para quebrarlos hacía falta mucho más que viento; me gustan los girasoles creo que son familia de las Margaritas que tienen muchos pétalos y siempre miran al sol.
Cuando escurría el agua de la lluvia por las ventanas, acercaba la boca y con mi aliento cubría el vidrio y dibujaba con los dedos en ellos a escondidas de mi madre, pero en cuanto era descubierta ella decía: quítate de la ventana que me ensucias los vidrios, si no te quitas te va a caer un rayo. Huy! y como rayo me apartaba de las ventanas.
En cuanto pasaba la tormenta, y los nubarrones desaparecían, salía el sol para dar paso a un cielo inmensamente azul y por si eso fuese poco de regalo siempre salía el arcoíris. Entonces salíamos mis hermanos y yo, nos quitábamos los zapatos para meternos a los charcos, chapotear y atrapar ajolotes que luego eran guardados en frascos era nuestra actividad favorita, los ajolotes eran como pescaditos, hijos de las ranas y los sapos, según yo,… aunque, aún no sé cuál es la diferencia entre unos y otros.
Recuerdo que competía con algunos niños a ver quién era más veloz y llegaba primero a la meta, cual de todos vencía el miedo y subía a la rama más alta de esos inmensos árboles, o quien se aventaba en el improvisado columpio con una llanta y se columpiaba más alto, me gustaba jugar con niños “valientes”, las niñas eran muy lloronas, recordar tantos detalles es como ver una película en blanco y negro de mi niñez .
Mi presente es a todo C O L O R , sé que después de una tormenta siempre sale el sol, que cuando más negro está el cielo es porque pronto va amanecer, que después de la tempestad siempre llega la calma y algunas veces trae como regalo un arco iris hermoso.
Hoy ya no corro, mi competencia es conmigo misma, mis pasos son firmes, sigo adelante siempre con la frente en alto como los girasoles, disfruto del sol y el aire fresco cuando acarician mi cara, sé que para quebrarme se necesita mucho más que viento, hoy mi vida es a todo color y comprendo porque siempre me gustó llegar a la rama más alta…