Yo soy un reloj
con un hombre en mi muñeca,
él me marca la soledad,
el amor, la luz y las tinieblas.
A veces se me cae en un abismo
o se me muere al borde de una acera,
a veces se me curva por los huesos
o se me rompe por las venas.
Entonces yo busco otro hombre
que se ajuste a mi correa
y para que no se paren sus latidos
comienzo a darle cuerda:
lo mezo en la cuna,
lo llevo a la escuela,
le busco un trabajo,
lo encumbro de estrellas
le pinto una arruga,
le pudro las muelas,
lo apoyo a un bastón,
le nublo la testa
y al llegar su hora
lo vuelvo a la tierra.
Pero si un día de repente
un hombre no obtuviera
con un buen corazón
para atarlo a mi muñeca,
vendría la hecatombe,
el odio y la guerra,
y al fin, el terrible fin
de la humanidad entera.
Entonces me quedaría solo,
sin loco que me entienda,
sin voz que me nombre
sin tez que me tema.
De este modo me volvería
un libro sin letras,
un bosque de sombras,
un mar sin tormentas,
un dios atrapado
en una jaula de piedra
con dos tristes agujas
trazando una esfera.