Le di a la vida un retoño
que entre mis manos creció,
y cuando vine a regarlo
un día me sorprendió.
A su lado con cariño
había una pequeña flor,
que por gracias del destino
junto con él se plantó.
Tiene una linda figura,
sus ojos son como el sol,
y lo más bello de todo
es su humano corazón.
Desde ese día en mi vida
las cosas fueron mejor
y en mi pequeña morada,
el amor se enriqueció.
Todas las noches le pido
a mi supremo Señor,
que junto a mi lindo retoño
siempre se encuentre esa flor.