Tan misteriosa como la noche,
tan enigmática como la Luna
¿por qué apareces bella y sempiterna
cuando el mar y su bruma
cantan al cielo estrellado sin reproche?
Ven a mí cuando el Éter calle,
– cuando el silencio hable
y las estrellas dancen –
¡O, Excelsa blancura!
Ven a mí cuando fenezca el crepúsculo;
sigiloso, me fundiré contigo
con Diana de testigo.
Ven a mí cuando desees,
sólo no te marches sin antes despedirte:
con un beso;
un beso que robe todo rastro de mi mente;
me haga desvariar y caer en tus manos, rendido.
¡Un beso gélido…
sabor a muerte!