En el anochecer de tu mirada
la luna se duplica en tus ojos.
Yo, te observo agotada.
Dos estrellas fugaces se desprenden de
las órbitas cansinas de tus iris.
Se besan tus párpados.
Se difuman tus ojeras despues de un largo día
de soberano tedio.
El viento de tu aliento
se hace brisa que desliza
las caricias de ese sueño que te invade.
El ocaso de tus brazos
tan rendidos,
se resbala en el tejido de mi cuerpo que te acuna
en el sendero de mi pecho.
Y yo, enamorado;
acomodo tus cabellos tan dorados,
protegidos por el beso que les doy
cuando rendidos,
sin hablarnos,
nos amamos en silencio sobre el lecho.