Tras los rastros de nuestra soledad
Tiene que ser un ojo el que se juegue
por registrar la nada y el olvido,
tiene que ser un pie, yo te lo pido,
el que avance a la ausencia que me niegue.
Y allí una boca hallar que se me entregue,
que quiera como yo un beso encendido,
que lo deje en mi rastro ya perdido
por ver si, muerto ya, mi flor la riegue.
Y entonces suplicar a quien doblegue
mi incierta rebelión, mi mal oído,
para que en paz conmigo se repliegue.
Y entonces ser tú y yo, solos, un nido
en que algo, eternidad, tu piel se pliegue
para dejar yo aquí lo que he vivido.
05 05 12