Aun te sigo esperando
Sandra mía, tu silla te espera
en nuestra mesa vacía.
Todavía hoy aguardo anhelante
tu presencia,
tu sonrisa, tu mirada.
Es esta nuestra antepenúltima cita
en solitario;
sin tus manos ni tus labios,
sin tu blonda cabellera.
Cada domingo en Sanborns
aguardo tu tan esperada entrada.
Extraño tanto, tanto,
amada Sandra,
el perfil de tu silueta,
tu pléyades de lunares
y tus charlas culinarias.
Que si un día tú regresas
hare por ti el mayor de los sacrificios:
el ya no tomar más nunca
ni una taza de café.
© Armando Cano.