sabianya

LA MOLINERA Y EL TUBÉRCULO

Hallándose un día, la joven aldeana

de sonrojadas  mejillas y tez clara,

en el viejo  molino con sus labores,

 la rueda movía  con mil sudores.

Entre  sacos de harina que se apilaban,

 decidió posar sus cansadas nalgas.

Saltó de repente, salió despedida,

 al  ver que  los sacos  solos  se movían.

Cogió su paleta, de madera de pino

 y con mucho sigilo, atizó con tino.

El saco se  abrió, su boca desata,

 a sus pies cayó, cara de patata.

El pobre tubérculo, con mucha entrega,

 confesó  su amor, a la molinera.

El amor de repente allí surgió,

en el viejo molino, entre los dos.