Ni noche,
ni nieve,
ni nube,
son del color de los vientos
perdidos en los octubres.
Ellos son los nadies modernos
que viven en la cara oculta del día
y muy a pesar de sus cuerpos
son invisibles de vida.
Socavones de ciudad,
noes de una nonería,
no tienen sombra ni edad:
nuncas de la nunquería.
Cuando se miran al espejo
sólo ven agujeros, heridas
grietas sin identidad,
éxodos, abismos, huidas.
No aparecen en los censos,
ni en encuestas o estadísticas,
son personas desnombradas,
socialmente desnacidas,
no tienen derecho a gritar,
ni a decir: mi boca es mía.
Cuando firman sincontratos
con cláusulas esclavistas
mastican lluvias y astros
con dientes malabaristas.
Su credo es un mundo sin muros,
su sueño es un mar sin borrascas,
su meta siempre es el futuro
y su dios, por costumbre, un apátrida.
Ellos son los invisibles
con las espaldas mojadas,
llevan en su piel el estigma
del triste color de la nada.