En una noche callada,
con el manto de la luna
la mente comenzó a divagar.
Sobre ese barco de dudas.
Y se encontró al comienzo
con esa dama perdida,
diciendo palabras ausentes
para comenzar la vida.
Con seriedad absoluta
sin tropiezos ni caídas.
Fué despejando incognitas,
como en el cielo habían,
tantas estrellas luminosas,
que fueron borrando el día.
En un volcán de ternura
la mente se puso fría,
sin saber si el querer
sería condición ambigua.
El reflejo del poder
dueño absoluto del tiempo,
pués su mente observaba
su presencia en todo momento.
El poder mental acaba
con razones y cariños
cuando se ha extraviado
la fé como gran destino.
Se han cerrado las puertas
de ese pensar profundo,
y sumiendose en silencio
la mente cambió de rumbo.