Se buscan lectores para poema no escrito
que sepan leer en el alma sus míseros detritos,
la longitud de las cosas que olvidamos,
la extensa cuenta de aquello que perdimos,
lectores que actúen como forenses
sobre los huesos calcinados del amor,
que nos reciten los aullidos de los locos
y nos traduzcan los gritos de una flor.
Se buscan lectores para noches en blanco,
para lunas obscuras, para súbitos barrancos,
para los renglones atormentados del mar,
rejoneado en su azul por el clamor de los astros.
Se buscan lectores para el vuelo de los pájaros
para la fina lluvia dormida por el viento,
agotada gota a gota en el lecho de los charcos,
para los luminosos melanomas de los cielos
sobre las soledades oceánicas de los barcos,
que sepan leer en las paredes del silencio
los trémulos grafitos de unas alas
que sepan dilucidar el idioma del abismo
cuando la vida se vuelve una montaña.
Se buscan lectores con los ojos cara adentro
que nos traduzcan las sangres de sí mismos
como profetas las palabras de los ángeles,
lectores de raíces de los árboles invictos
en los bosques, los jardines y los parques,
para los sueños y sus extraños jeroglíficos,
para las nubes desliándose en los aires
lectores para los pálpitos más íntimos,
para mis besos que jamás serán parte de tu carne,
para mi amor, un transeúnte de la senda de tu olvido
para este pobre hombre habitante de un desastre
que derrama tinta inútil en poemas sin destino;
lectores que sepan leer la historia de una lágrima,
lectores que lean mientras andan su camino:
los pétalos, los números, las plumas, las escamas,
los versos en los humos de un poeta en llamas.