Un dromedario
feo por cierto
reía a diario
de un camello.
Pobre animalejo
sarcástico le decía
que su mirada boba
horrible se le veía
más las dos jorobas
que arriba lucía.
Cansado de la majadería
y de la burla cansona
el camello contestó:
Tu actitud ímproba
hasta risa da
y no me doblega,
busca un espejo y verás
que en eso somos colega.
No camello, dijo el dromedario,
yo al menos tengo la fortuna
que de ese defecto legendario
no tengo dos jorobas, sino una
Cuantos dromedarios andan por allí
burlándose de los camellos;
ambos son mechas del mismo candil
aunque les cueste reconocerlo.
AUTOR: Alejandro J. Diaz Valero
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Maracaibo, Venezuela