Se me puso una amapola en el pecho,
con un soplo de luna en la sonrisa.
Mira el mar y se viste de rojo,
respira la vida
y canta una canción llena de esquinas.
Me cuenta de los nombres del destino,
se aleja del mundo y me mira,
quiere que llore por ella
lágrimas rojas.
Porque las flores sufren la soledad
de las excusas y nos miran a los ojos
con muda amargura.
Amapola de noche baila desnuda
cubriendo de pétalos la verguenza
de saberlo todo.
Ella escucha la distancia surreal
que hila la palabra y mancha
de rojo la sed
en las paredes muertas.
No parece un paisaje marino,
ni un jardín, ni un espejismo
este extraño sueño que ensucia
el suelo de rojo.
No te vayas así Amapola,
a las 5 de la tarde de un tiempo metálico.
Lloraré todo el rojo de un sueño,
te abrazaré de mar, te abrigaré de cielo,
Amapola mía.
Lo sé que la memoria sabe a invierno,
lo sé que hace frío y que sigue apagando el mundo
todo el tiempo.
Entonces es así. Inquieta llama.
Vístete de un Mayo que te guste, Amapola
y píntame de rojo la mirada.