Prisionero,
tras las rejas paganas
e irreverentes del amor,
cierro los ojos e imagino
el verdor de las tristezas,
anidadas en mi corazón,
lágrimas escondidas
en perfecta armonía,
con los barrotes que encierran
mis pensamientos.
Prisionero,
del aroma insospechado,
del amanecer a obscuras,
de la ausencia del sol,
del resplandor de la noche,
de la timidez de las estrellas,
de la flagrante verdad a
medias de mi existencia.
Prisionero,
de las huellas que nunca
terminan de trazar el camino,
de las alegrías que no tuve,
de las tristezas que llevo
en mi alma,
del latido entrecortado de
mi corazón.
Prisionero,
de las nostalgias que no afloran,
de la lucha interna para escapar,
de las razones del encierro,
de las fragancias que no llegan,
del océano que no rompe
sobre mis tibias manos.
Prisionero,
de letras que no puedo escribir,
para poder derramar el amor
que hoy se agiganta,
e inunda cada rincón de mi celda,
para llevar en cada frase,
mi locura por tu amor.
Reservados todos los derechos de autor:
Carlos Dos Santos Daniel