Tal vez fue una secuela de tu encanto,
que la luz de tus ojos reflejaba,
cada vez que los míos te miraban,
e inerme me obligó a quererte tanto...
Quizás fue que en mi oído se hizo canto
el eco de tu voz, si me nombraba,
o el cáliz de tu Flor que transformaba
con su mágico aroma mi quebranto...
Ya no sé si culpar a tu ternura,
al cielo de tu piel o a tu sonrisa;
al sueño de bordar en mi divisa
los destellos del sol de tu hermosura;
o a saber que se enciende mi locura
en el fuego del soplo de tu brisa.