Querido hijo:
Cuanto me arrepiento de aquellos años vividos,
cuando por una causa justa me separaba de ti;
Cuánto siento no recordar tu primera risa,
tu primer paso, tu agresivo dientesito.
Sin embargo, a pesar de no haberlo vivido,
No se me quitan de la mente,
Imagino esas cosas de muchas formas,
Muy lindas todas,
Iguales a ti.
Pero…espera, recuerdo otras,
El día que empezaste a decir mamá y el día
Que rompiste tu cabecita,
De tanto saltar y saltar;
¡Cómo brotaba tu sangre roja!
Que yo ayudé a conservar,
Para que calentara tus venas en la soledad.
Cuánto te amo y yo sé que tú lo sabes.
Pero nunca imaginarías a esta columna de hierro,
Que tanto tú admiras,
Llorar y llorar por tu lejanía.
¡Cuánto te he extrañado!
Pero qué orgullo adorna mi frente,
Cuánta energía transmites a mis años,
Cuánta pasión por cada paso que avanzas en tu vivir.
De eso no me arrepiento,
De haber dado vida a un ser tan hermoso,
Un adorno de bondad a este malhecho mundo,
De tener un retoño que nació con raíces,
De ti que eres mi vida,
Un beso,
MAMÁ.