En especial agrado,
tan de noche como de día
te escribo con resquemor
pero sin ironía
algo por decir algo.
Que bien cara-dura he sido
para escribirte después de tanto
incrustarme en el llanto
de lo ajeno y lo prohibido
huyendo de lo que no es mío
para darte una razón
de ponerte en el corazón
la letra de mi tejido.
Cuando hablas te reconozco
y muy canalla contigo fui
que hasta de sombras te cubrí
cuando deje de ser un santo
cambié el oficio por el canto
y ya no paraba en casa
mientas que tu, en nobleza mansa
esperabas mi retorno.
No valoro, pero ni poquito
tus cruzadas por mi futuro
que en la pobreza de pan duro
hacías de nada un festín
felices nos hacías dormir
a éste con sus hermanos
y las caricias de tus manos
eran de lucha, y lo repito.
Como tu no hay mujer tenáz
ni más fuerte, ni mas noble
tu belleza, alma de roble
sin igual matiz, y encantadora
Espero ser, humilde señora
quien hoy le anime esa sonrisa
no llevo calma, ni llevo prisa
solo un gesto de Diosa audáz.
A esta edad yo me corrijo
de aquello que te hizo daño
con el tiempo a peldaños
he cruzado tristes ríos
donde recuerdo que tus bríos
eran escudos sin alardes
de tu gesto de buen madre
a el más cabrón de tus hijos.
Blas Roa