He mirado tus piernas de reojo
y sin querer, me excito sin clemencia
abriendo sin pudor ese cerrojo…
¿cómo quitar del pecho esa dolencia?
No me importar afrontar la irreverencia
por tu edad y mi edad, me desalojo
(¿ cuántos hay que cansados de la ausencia
prefieren terminar como un despojo?)
he mirado tus piernas lo confieso
ante tu juventud hay desventura
y mis labios se parten por un beso;
qué más da. Si al vivir esta aventura
olvidamos la edad en el exceso,
y somos nada más… lo que esta dura.