Patricio C.A.

El Habitual Fugitivo

He llegado al cuarto de siempre.

Clavadas palabras en los muros

en forma de grieta y sangre.

Ellas son mis crucifijos.

 

La cama está fría y escarpada.

Inicio la andada de vuelta a la consciencia.

La noche ha sido dolorosa.

 

Brindé toda la noche con la muerte

y con las piedras del suelo.

Me recordó el sabor de la sangre un puño perdido

y la ira de las mujeres un grito de hierro retorcido.

Mi perdedor encarcelado abrió la cerradura

y desató sus pies y sus perros.

La calle era suya.

Empuñando la soledad en una mano y una copa en la otra,

intimidando a las serias farolas,

me señaló la pendiente

y yo, ciego para no seguir mirando,

me dejé caer en esa tumba de serpientes y poetas.

 

Mi cadáver se seguirá levantando cuando se me escape la luna,

y mi perdedor saldrá de su manicomio

para celebrar mis miedos.


Soy un débil poeta manco.