Soy el maestro,
ese alimento intelectual
de quienes en el aula
acuden a mi encuentro
en cada turno de clase,
para saciar su avidez de conocimientos.
Soy el maestro,
ese que con su porte y aspecto
enseña al buen vestir de sus discípulos,
ese que con su correcto hablar
no da caminos para que frases inciertas
aniden en boca de sus pupilos,
ese que cuando define sujeto, predicado y verbo en una oración
disfruta del brillo en los ojos de quienes te dicen
“gracias por enseñarme con tanto afecto”.
Soy el maestro,
ese que no escatima tiempo
para preparar una buena clase,
una buena clase que no deje huecos
en los que la duda se encierre
en el cerebro de sus alumnos
y mucho menos que no entiendan
el por qué de lo dicho.
Soy el maestro,
ese que en su mochila trae
sentido de pertenencia
buen trato,
la palabra precisa,
ese que más que nada es humano,
ese que ama vivir
de esa palabra mágica:
maestro.