Como un suspiro
que ha perdido
mil batallas sin pelear
se encuentra el alma
de ese viejo despertar.
Derrotado por las huestes
de una vida sin soñar,
con deseos de anhelos
que ya no sabe encontrar.
Se marchita en mi pecho
el descubrimiento del dolor
dando paso al lamento
en todo su candor.
Es el ocaso de una vida
que jamás fué vivida
y no encuentra solución,
sólo, en este último adiós.
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