Esta mañana cuando desperté con tu rostro a espaldas apoyado en mi brazo, y ese cabello que rodeaba la contorsión de tu cintura que se acobijaba del frio del lugar, regalaba el momento perfecto a mi mirada que se sentía llena ante tanta plenitud. Mis caricias que pedían darse alrededor de tu cuerpo levantaron su voz de protesta por estar mis manos quietas y comenzaron de mi parte los agasajos que te despertaron del sueño.
Tus ojos se abrieron y mi cara que fue el primer destello de luz que dio a tu mirada la felicidad que complementó una sonrisa y un alardeo tuyo de emoción. Abrazos constantes fueron regalados de lado y lado y mi boca que estaba un poco mordida por la ocupada noche de pasión que nos dimos, lloraba por dejar salir esas palabras de TE AMO que tu corazón quería sentir.
Horas después de nuestra partida mi mente solo ansiaba un momento en el que tu presencia se hiciera volver sentir presente, por lo que no evité pedirte otro encuentro para solo compartir junto a ti una ocasión que me hiciera definir este sentimiento que estaba comenzando a crecer como levadura.
En la noche sentados en el balcón de mi departamento, cuando tu rostro miraba mis ojos que me hacían perder ante la recepción de tu amor, me hizo entender que el miedo que antes sentí cuando quería dejarte ir era porque siempre te había amado y no lo quería aceptar.
Mis labios no se preocuparon por guardar el silencio que antes era un cementerio de elocuencias de amor, y pronunciaron a tus oídos con una voz atenta el contexto de este sentimiento que estaba percibiendo y no es más que ese TE AMO que pedías escuchar desde hace tanto tiempo.