La palabra atragantada se detiene,
se estira,
muerde,
sega las intenciones.
Es una hoguera en lo profundo,
de un fuego indeseado.
Un fuego obscuro.
Una espada desenvainada,
desatada y caprichosa.
Intento forzarla
pero no me respeta.
A pesar de mi educación.
A pesar de mi afán de caballero
y de mis fuerzas.
Parece que echa raíces,
¡raíces de fuego!.
Raíces que crean campos,
campos que crean animales,
animales que me comen el cerebro,
animales en enjambre, en escuadras,
animales en ejércitos,
plagas,
plagas.
La palabra atragantada es una palabra blanca
ennegrecida por el miedo.
Es un niño atormentado con un arma
que juega con su poderío, temblando.
Yo soy el que se somete al disparo,
temeroso de mi muerte imaginaria.