Dulzura, lo que hay en sus fanales
que brillan en cuanto los miras,
puerta al umbral de sus mentiras,
engañan cuando se esconde la tarde.
La inocencia se apodera de su alma,
y de la tuya, que cae rendida, sumisa,
no hay culpa en su indigna poesía,
simplemente,
te ha seducido su inefable mirada.