Del edén al infierno he descendido,
tridentes ardientes me traspasan.
En mi alma con gran saña se han hundido
para el beneplácito de Satanás.
No estoy sola, hay cientos de almas penando
todas sufrieron lo indecible en la tierra,
no entiendo porqué siguen padeciendo
dentro de esta terrible desesperanza.
Oh Dios! Tremenda agonía es ésta,
arqueada estoy sobre un filón ardiendo
que lacera y abrasa mis espaldas,
y tu, inmisericorde consientes mi dolor.
Diablo mezquino, diablo perverso,
aleja de mi , las llamas de tu aliento!
Compadécete ya por Dios de mi llanto,
que quema mis ojos, cual lava hirviendo!
Del paraíso al averno he sido arrojada,
por haber depositado mi fé en su amor.
Más es preferible sufrir esta sentencia,
a no haber probado el sabor de sus besos!