Yo que muchas veces he asistido
a tanto aplauso fonológico,
a tanto arreo de arroz a mi guitarra
a tanta luna estratosférica,
a tanto perro arrimándose a mi parra,
no quiero que me alumbre un sol maniqueísta,
ni quiero que me arropen las cigarras
ni quiero cantar a los veranos de revista
ni gorronear los gorriones de sus arras.
Yo también he sido un poeta papagayo,
una mala copia de ajenos manuscritos
un parásito de otras sangres y otros gritos
el eco de los kikiriquís de otros gallos.
Yo también me he postrado ante lo vano,
lo nimio, lo ripio, lo mendaz y lo ridículo,
ante la paja del trigo exenta de los granos
con mi corazón inflado de versículos
y con mis voces estranguladas, apopléjicas
que eran como las aguas parapléjicas
de un lago en la celda de su círculo.
Yo que he sido un esclavo de las lilas,
que he tragado tantas babas de las nubes
quiero lapidar a la reina Hipsipila
quiero apedrear a Príamo y a Hecube
lanzar estalactitas contra el viento,
acribillar la rosa a escupitajos,
matar de hambre al príncipe del cuento
y arrojar su cuerpo a los grajos.
Yo intento excavar en el espejo,
en el estúpido cristal que me refleja
para arrancarle el acento circunflejo
a mi imagen de extraña palabreja.
Me urge
Hurgar en lo hondo
hasta tocar lo jondo,
me urge
adentrarme en lo oscuro
que no es sino lo claro y lo puro
pero para eso debo desearle
requiescat in pace
al estilo que en mí yace
y tras cantarle las veinte y las cuarenta
entregarme en bautizo a las tormentas
porque a fin de cuentos y de cuentas
me parece más loable
mi diablo que mi dios,
mi dislexia que mi rima,
mi abismo que mi cima
mi chirrido que mi voz,
mis garfios que mis alas
mis Frankensteins que mis Narcisos
mis harapos que mis galas
mis guedejas que mis rizos
mi Hyde que mi Jekyll
el cadáver que su réquiem.
Y porque aquí está en juego el pan poético,
la palabra en los predios del calambre,
los sueños semióticos del léxico
el baile del vocablo en un alambre
es necesario que penetre en el relámpago
como Darwing en la Isla de los Galápagos
para así abrazar nuevos valores
desde su deslumbrante amasijo de colores
y de ese modo crear una veraz teología
que torne herética la antigua poesía;
pues, ¿ acaso no es la vida un combate
la inútil lucha entre los vates
por lo ético,
por lo estético,
por el mito
por la meta,
por la metástasis de un ideal
en este patético planeta ?