Madre: en estos momentos de
mi vida, ya adulto, siempre estás
en mis recuerdos
de niño, adolescente,
y ya con mis cabellos grises
debido a los años transcurridos.
Todos mis recuerdos de ti
son imborrables.
Cuando atendías a papá
y a mis cuatro hermanos.
Con qué predisposición
y amor nos cuidabas
y atendías!
Siempre tengo tu imagen...
con aquel delantal que usabas.
En él sujetabas los broches
de la ropa de toda la familia,
nosotros, que lavabas.
Allá, en el fondo del patio,
sobre ese angosto camino
de ladrillos. Ibas resuelta,
con amor. En los crueles fríos
días. Con el sofocante calor
del verano. Me acercaba a ti
besándote el rostro,
despidiéndome al ir a trabajar.
Siempre me agradaba
que me dieras de beber
con tu amorosa mano.
Lo había tomado como
una costumbre. Para mí
era el mejor líquido
porque estaba servido
con tu amor de madre.
Mi viejita querida
y nunca olvidada,
siempre vives en mi corazón.