Hugo Emilio Ocanto

Siempre vives en mi corazón.

Madre: en estos momentos de

mi vida, ya adulto, siempre estás

en mis recuerdos

de niño, adolescente,

y ya con mis cabellos grises

debido a los años transcurridos.

Todos mis recuerdos de ti

son imborrables.

Cuando atendías a papá

y a mis cuatro hermanos.

Con qué predisposición

y amor nos cuidabas

y atendías!

Siempre tengo tu imagen...

con aquel delantal que usabas.

En él sujetabas los broches

de la ropa de toda la familia,

nosotros, que lavabas.

Allá, en el fondo del patio,

sobre ese angosto camino

de ladrillos. Ibas resuelta,

con amor. En los crueles fríos

días. Con el sofocante calor

del verano. Me acercaba a ti

besándote el rostro,

despidiéndome al ir a trabajar.

Siempre me agradaba

que me dieras de beber

con tu amorosa mano.

Lo había tomado como

una costumbre. Para mí

era el mejor líquido

porque estaba servido

con tu amor de madre.

Mi viejita querida

y nunca olvidada,

siempre vives en mi corazón.