Si la felicidad fuera un dedo más en mi mano!
otro pulgar asegurando mi puño
La ambigüedad no absorbería los espacios,
La cresta prolongada de lo indefinido
no me indispodría con el origen;
pero la felicidad es una chispa;
una chispa que en vano me empeño en soplar,
delicadamente; y muere cuando intento
trasplantarla de la palma al corazón.
Ya he perdido mucho presente odiando al viento:
quisiera matar toda esperanza
cuando aparece un rayito de luz
sólo para recordarme que afuera algo fulgura.
Ya he perdido mucho tiempo odiando al viento,
pero el viento me persigue en mi huída
como si fuera miel para su enjambre desquiciado,
borra mis huellas con su insidia ensañada,
para que yo jamás regrese a dónde partí,
dónde queda aún el fruto seco
que quizás mis lágrimas puedan reanimar.
Ir hacia delante es no quedarse atrás,
pero si me detendría un instante ya estaría atrás,
por eso me tambaleo con pasos de avestruz
Sin encontrar banca alguna,
interrogando a los transeúntes con cabeza de res,
por alguna chispa que sea un nuevo intento,
tomándolos del cuello de la remera.
¿Dónde estará la vida que un día viví,
en que manos arderán las chispas que me dejé morir?
Ya no hay más quejidos en el pecho
al fin el corazón es un motor zumbajoso,
los pies ya no necesitan zapatos ni tampoco rumbos,
nisiquiera dedos, nada, basta con que no sean estacas.
Olvidé ya muchas respuestas de mi andar
y el discurso que guardaba para quien llegara.
Intento reconocerme entre la gente algo compasivo.
Ya sé, esa será mi misión de ahora en adelante:
seré el atajo de los cansados, el río de los perdidos,
así administraré el tiempo que me sobra.
Sé que un día, ya anciano, volveré la mirada
observando todas las chispas
a lo lejos, como un gran incendio,
y diré sin el menor rencor que fui felíz.
2006