Sus ojos se clavaron en mi
como dardos que hieren al amor,
centelleantes, azules como el cielo,
enigmáticos en su sonrisa
y juguetones cual viento de otoño.
Cálidos mientras miraban
con necesidad de amar,
ásperos en su fértil odiar
e insinuantes al insinuarse.
Fue una mezcla extraña
que no supe explicar,
en breve instante, rayo de luna fugaz,
nos miramos mutuamente
y, con una mirada, se alejó para siempre.