Roberto Reyes Cortés.
5º.reyes.
--------EL TORERO.----------
Se celebra un día feriado,
la gente está de fiesta,
y todo huele a romero
cuando los toros recorren
las calles en estampida
hacia la plaza del pueblo
donde Jugarán con su vida
y del torero también.
El torero es un artista
que en la plena luz del día,
frente a un toro valiente
demuestra casta bravía.
Toda la noche ha soñado
con este domingo al fin,
en que se dará un festejo
en la plaza san Fermín.
Al iniciarse la fiesta
en la tarde serenada,
se dirige a la capilla
a rezar en el altar,
para ponerse en las manos
de la virgen macarena
y con muy pocas palabras
se le oye bajo rezar:
“Virgen de los milagros,
patrona de los enfermos,
de los infantes sin padres
y de los hombres sin suerte,
permíteme que en esta tarde
tus ojos lindos me sigan
y me cuiden de la muerte”.
Suena aviso del clarín
para que se gire la puerta
y con furia de saeta
asoma la negra testa,
la de un toro primoroso
que se llama “el arlequín”.
El torero a pie seguro
hunde su planta en el suelo
para incitar la envestida,
del miura que fuerte avanza
para jugarse la vida;
adorna giros al aire,
con la capa bien templada,
dando suelta a los vaivenes
que tienden flores rosadas
y cantan los cascabeles.
Se oye música entonada,
de trombón y de trompeta
y resuenan en el plaza
las vivas y los aplausos
del público respetable
que su agrado manifiesta.
Farolas y mariposas,
por la izquierda o la derecha
son pases que se dibujan
en los ojos de su dama
que le mira en el tendido
con un corazón que le ama.
presintiendo con el alma
la tragedia de este drama.
En ellos vibra la sangre,
en ellos cimbra la muerte,
solo el cielo y la ventura
resolverán esta duda.
De pronto toda la gente
se levanta del asiento
y grita con voz de espanto
cuando el torero cogido
recibe mortal cornada
y su capa tinta en sangre
le envuelve como una funda
que le cubrirá para
siempre en el fondo de
la tumba.
Las gitanas lloran tristes
pintan luto los balcones,
los pájaros se han marchado,
se fueron siguiendo el río,
todo el coso y la afición,
se congelaron de frío,
porque a partir de este día,
se enterró en el camposanto,
quien fuera de los toreros
su distinguido campeón.
Que se bajen los pendones
y se doblen las mantillas,
que se escuchen notas tristes
orladas de maravillas.
Que en el frío de los montes
y en los parajes de encinas
suene fuerte el cascabel,
por las tierras de Sevilla,
que el “Sinto” se ha marchado
de las calles de Madrid.
Y todo esto habrá pasado
en una gris, tarde de abril.