Yo sentado en las sombras,
entre la tétrica arboleda.
Allí, mirando las estrellas,
con la mirada lánguida y triste.
Intento ver tu cuerpo
desnudo en cada estrella,
en cada destello de las tibias luces.
Cierro mis ojos y tus blancas carnes
con aromas de jazmines
aparecen en mis sueños, como cuando
aparece una mariposa revoleteando
entre las flores de los naranjos,
que lo pintan todo de verdes colores
con matices blancos de sus azahares.
Tus bellos ojos marrones
me miran con picardía
y mi corazón acelera su ritmo
bombeando más sangre a mis arterias,
la excitación aumenta
igual que mis deseos de hacerte mía.
Extiendes tus manos hacia mí,
me tocan tus cálidos dedos
acaricias mi cara, mi cuello,
acercas tu boca a la mía
y percibo esa frescura de tu aliento
que me perturba la mente
y me convierte en una fiera.
Mis brazos rodean tu cuerpo,
con ímpetu, te atraigo hacia mí,
tú exhalas un largo suspiro
y tu cálido aliento enloquece mis sentidos.
Mi boca busca tus labios con frenesís,
con unas ganas enormes
de comer tu lengua que hurga
en el interior de mi boca jugando con la mía.
Te la mordisqueo un poco
y tú te aprietas contra mi pecho
como si te quisieras meter dentro de él.
Desabrochas mi camisa
con manos temblorosas
yo te quito tu suéter y quedan
al descubiertos tus exuberantes pechos,
que aunque no son muy abultados
pero si duros y apetecibles
como dos pomelos pero en dulces.
Mi boca se precipita a tus pezones
que parecen dos cerezas maduras
pidiendo ser comidas,
yo chupo y chupo hasta que tú,
te vuelves dejando tu culito
pegado a mi miembro
que ya esta apunto
para el acto que se avecina.
Te quito tus vaqueros
y aparecen tus nalgas pujantes
dura como muelles,
arranco tus braguitas
para dejarte totalmente desnuda
y a merced de mis deseos.
Te di la vuelta y tu linda perla
quedo ante mis ojos…
entonces pensé, si, si,
pendes me dio tiempo a pensar,
que un cuerpo tan lindo como el tuyo,
merece gozar, disfrutar,
vivir y sentir mucha alegría,
se merece lo mejor porque ese cuerpo,
es tu cuerpo y tú, tú,
te mereces todo lo mejor de la vida.
Me arrodille y comencé a pasar mi lengua
por la entrada de sexo,
libando la esencia de tus espasmos
tu orquídea se humedeció,
tú jadeabas cada vez más seguido,
tus piernas se abrían y se abrían
intentando que tu flor quedara
más a merced de mi lengua.
Te conduje hasta la cama
y sobre ella seguí lamiendo y lamiendo,
al compás de tus excitantes gemidos
que me sonaban a la más celestial música,
con la que comencé un baile pegado
a tu cuerpo como tu otra piel,
mientras nuestras bocas
se hablaban con pasión y besos.
Autor. ❤Joaquín Méndez ❤
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