En una casita de pocos ladrillos
vive un niño con una anciana
comparten vivencias en un pueblecito
que está muy cerca de las montañas.
Ella trabaja de muy tempranito
y el aroma del café por el aire se cuela
mientras él, arreglado y bonito
se alista para irse a la escuela.
Ella con su amor exquisito
madruga, y por él se desvela
porque él es su nietecito…
y ella le brinda amor de abuela.
Ella hace dulces que son maravillas
para así lograrse el sustento,
y él, los vende por las esquinas
y ayuda a su abuela muy contento.
En esa casita de pocos ladrillos
ahora hay, una mansión
allí vive la abuela, de aquel niño
que la vida convirtió, en un gran doctor.
Ya no madruga ni hace dulces
ni el niño los vende por las esquinas
ahora disfrutan y ya no sufren
porque fueron premiados por la vida.
Alejandro J. Díaz Valero