De todo me he desprendido,
de mi patria ratonera
y de su estúpida bandera,
de mi esposa y de mis hijos
de las llaves de mi coche,
de mi hucha y de mi piso.
La vida es ahora una noche
Interminable y sin grillos,
la piel de un viejo fantoche,
el hondo hueco de un nicho.
Me he quedado sin quimeras,
sin ver mis sueños cumplidos,
sin mi agreste primavera,
alta de sombra y graznido,
con su luna caminera
bajo el nocturno cautivo
por un batallón de estrellas
sobre los campos de olivos.
¡ Qué lejos las voces quedan,
los ecos del pecho herido !
¡ Qué cerca la paz que suena,
la insomne voz del vacío !
Corre, esquiva y culebrea
la tarde, el áspid del río,
cabalga la lluvia ¡ potrea !
sobre los bosques umbríos
mientras me cubren con tierra
la boca, los ojos y oídos.
Ya he desertado de mi guerra:
mi hondo miedo a estar vivo,
el temor a las hogueras
donde arden los sentidos,
el pánico a que me muera
sin que callen mis latidos.
Ya he abandonado la historia
sin la menor pena o gloria,
sin nada hasta aquí he venido,
ni siquiera con la escoria
y hasta mi pobre memoria
se la quedó el olvido.
Todo lo que tenía he dado:
los huesos para los perros,
la carne para los pájaros,
el polvo para los vientos
y el alma…para el diablo.