Tu cabellera azabache,
tu cabellera distante,
inamovible en tu espalda
como pétrea cascada
entre orquídeas lucía.
Hasta hincharse en lozanía,
atacó el viento dorado
rompiendo en salpicaduras
de oleajes y empedrados
los rizos y las negruras.
Mi mano, diáfano viento,
al sol de la primavera
despeinó tu cabellera
en un sutil devaneo.