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VII ...¿Quién es Abeth MarLo?...

Pasado el mediodía, el Juez se tomó un descanso, momento en el cual aprovechó para insistir con el llamado a Monique.

Como todo seguía igual, sin pensarlo demasiado salió presuroso de su despacho, tanto que cuando abordó el taxi se dió cuenta que ni el saco se había calzado, puso su mano en el bolsillo del pantalón y tocó su billetera, nada le impedía dirigirse hasta el domicilio de su Secretaria.

Mientras viajaba, pensaba que diría al llegar, como para que no lo tome como un ex maniático celoso.

Sí, ellos habían cortado una relación de dos años hacía pocos meses, ella cansada de sus promesas de separación de su actual esposa, decidió con mucho dolor, decirle que no seguirían.

Al llegar, miró hacia el cuarto piso y observó que todas las ventanas estaban cerradas, algo que le llamó la atención y le dio más motivos para abstenerse de tocar el timbre.

Sin embargo lo hizo, una, dos y tres veces, dejando espacio prudencial de tiempo entre un llamado y otro.

Ya más preocupado, tomo sus llaves y abrió la puerta de calle, estaba jugado, no le importaba a esta altura si se dirigía directo al papelón o la humillación de ser echado por su intromisión.

Subió el ascensor, bajo en el cuarto piso y con decisión golpeó la puerta del departamento A.

Nuevamente, no recibió respuesta alguna, ya ahora sí dispuesto a todo, puso su llave y para su asombro la puerta se abrió sin girar la misma.

La empujo suavemente con la mano, la oscuridad era tal que no alcanzaba a divisar nada.

Del baño con la puerta cerrada, salía por debajo un as de luz, de inmediato se dirigió allí y con un leve golpe entre abrió y casi murmurando esbozó un tibio hola.

Al intentar abrir del todo la puerta, esta estaba trabada con algo, insistió hasta que pudo asomar su cabeza, hizo un breve paneo a la altura de sus ojos sin ver nada extraño, pero cuando bajo la vista para ver que impedía abrir la puerta, se encontró con el cuerpo desnudo de Monique, boca abajo con un pequeño charco de sangre alrededor de su cabeza.

Empujó con fuerza y en medio de la desesperación la dió vuelta, dándose cuenta que ya nada había por hacer, la hermosa mujer estaba sin vida con un pequeño orificio en la cien, de donde manaba la sangre.

Se sentó en el piso, sin dejar de abrazarla y en el medio del llanto, siguió mirando en rededor, la escena del crimen era tan similar a otras vistas, pero no podía asociarla a una en particular, hasta que en el espejo del baño, vio escrito con labial rojo, Abeth MarLo.