¡Cuántas veces mi alma por no perderlo
al tibio azul que arrulló nuestras cabezas
con la púber lana que cubre a los corderos
silenció la herida en su afán por retenerlo!
Y del bosque interminable de su cuerpo…
¡cuántas veces petrifiqué los firmamentos
con el paisaje rubí del instante voluptuoso!
y con qué escrúpulo aun tan quebradiza…
¡floté en los ojos suyos con ávida caricia
y trencé caderas sin al tiempo dar orillas!
Será posible qué de las horas vividas…
… cuándo el amor se ofrendó sin medida
¡solo quede un rastro de flores amarillas!
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Bogotá D. C. Colombia.