Shalom Ferrin

Luna 06 03 2012

 

Me niego a asomar mi ventana al cielo, ella vislumbra la melancolía del universo, enceguece la vida al romántico, crea idilios que no me pertenecen; tampoco nadie ha de cerrar mis ojos; no voy a descansar de ella.

Dice que las sinfonías de las nubes gritan a cántaros tu nombre, se sacian los luceros nocturnos en mi desolación con su cuchicheo de verdades atroces, de verdades de luz.

Recuerdo la infancia de la Luna, yo la miraba desde lo alto mientras su rostro pálido de niña postraba el pensamiento en los sueños. 
Así nació, así bajo mi creado brazo de musa que adornaba sus cabellos, así con perfume y algo de alcohol, así con pulseras de terciopelo áurea y diademas color de plata. Así la crié yo; había un estante de madera de acacia, Le hacía leer mis libros para que se ilustrara, pero pobrecilla, la aureola mágica de su vida no le dejaba dominar su cabeza, y a veces era ella profunda, soñaba que besaba la noche. Creo que allí fue donde todo Comenzó: el frío, la noche, el frío, el Sol en el día y...

¿Quién en la noche?

Shalom Ferrin