Me levanto a mirarte y me encuentro
colgado, ya muy tarde, en un papel
y me veo lejano en mis letras que no me reconocen,
que niegan cada despojo de mí.
Taciturna, la luna me sonríe, ya sabes como,
somnoliento deseo que me atraviesa en el pecho
esas tristes manos tuyas, mías,
que descompusimos en mis cuerpos.
Mañana quizá sea temprano para hacerse tarde,
un ombligo siempre ha sido un ombligo,
lo mismo que un mundo, lo mismo
y no quiero dejar ninguno.
Sonríe una vez más, que la calma no es eterna,
que la cama no es eterna,
que este palpitar de labios se confunde,
nos confunde...
Y el tácito devenir de los segundos
no presta compases ni silencios.