Una Tarde
cuando el sol esparcía sus últimos rayos,
tu jardín regabas.
Mis ojos te contempaban extasiados.
Graciosa te acercaste a mí,
atónito quedé
ante lo majestuoso de tu cuerpo.
Tu cintura, tu cabello,
gravados quedaron en mi mente
en ese instante, me flechaste
niña hermosa.
Me olvidé que veía la rosas
por mirarte a tí,
mis suspiros enloquecidos se enredaron
en sus espinas.
Pregunta a los rosales de tu prado
cuando platíques con ellos,
lo infinito de mi cariño.
No habrá nadie en el mundo
que te adore como yo.
El amor que te profeso
se engendró en la sangre de mis venas.
Los latidos de mi corazón
lo pregonan.
bambam