Ahora entiendo todo como debe ser, la poesía no se busca, no se conquista, no se sueña, simplemente se posa en nuestra mente como un zorzal en su nido, se adueña de seres solitarios, enigmáticos que no tienen nada en la vida, entonces ella con sus alas doradas los encuentra y hechiza. Los recorre de extremo a extremo, vibra en sus átomos, se reproduce en sus células. Entonces el ser deja de ser, y es un poeta recién dado a luz. Él no entiende, no comprende nada de la vida, al menos eso cree y una tarde cualquiera nace un verso, un verso débil, mediocre y sin elegancia. Otra tarde cualquiera el poeta encuentra un libro y lo lee naturalmente, pero lo lee y el tiempo se estanca, y no hay mas vida que no sea la que contienen maravillosamente las páginas que él lee.
Entonces el amor toca a su puerta, y en su mente dibuja el rostro amado, y con sus manos a entera disposición, escribe poemas de amor. Ahora el amor esta en todos los libros que lee, siente las fuertes palpitaciones de un corazón agitado por el más bello arte.
Un día abre los ojos, mira como sufren los maltratados, los olvidados y todos los pobres, y su corazón se llena de amargura y desolación, pero su mente con inigualable vigor condena astutamente, con la más hermosa prosa, los hechos fatídicos que pudren el alma de una nación.
Ahora sueña de día, y la noche es corta para tanto delirio, la literatura es su ninfa, una virgen seductora que se desnuda ante sus ojos implorando caricias y el poeta enloquecido de lujuria debe arremeter contra una hoja insignificante de papel para convertirla en el tesoro que pocos alcanzan por carecer de humanidad.
Un día el poeta entiende que no es igual a todos, que no siente ni vive como la gran mayoría. Se le acercan para destruirlo con una lógica vanidosa y con una realidad destripante. El poeta calla, no hay nada que hacer, el pérfido mundo le arrebata el don con el que nació y debe morir.
Cae la noche, el poeta esta en penumbras, sus labios se mueven y en el silencio de la noche como un niño asustadizo, susurra algo semejante a una rima, quizás es un verso que escapa melancólicamente.